Las personas mayores están más expuestas al riesgo de deshidratación. Durante la vejez se produce una disminución del agua corporal, el deterioro en el rendimiento de los riñones y la pérdida de la sensación de sed, aspectos que alteran los niveles hídricos saludables. Fomentar unas pautas correctas de hidratación en las personas mayores en una tarea fundamental de los cuidadores sobre todo cuando empiezan a subir las temperaturas.
¿Qué es la deshidratación?
Entre el 45-65 % de nuestro peso total es agua. Los músculos necesitan agua, los órganos necesitan agua e incluso el cerebro, en un 70 %, se compone de agua. Teniendo en cuenta estos porcentajes, es de entender por qué resulta vital hidratarse bien.
En el momento en el que el organismo deja de recibir el aporte hídrico necesario esta descompensación impide el desarrollo de sus funciones con normalidad. Cuando el cuerpo está perdiendo más líquidos de los que ingiere, se produce también una alteración en los niveles de electrolitos.
Las sales minerales presentes en las células y en los fluidos desempeñan un papel fundamental en el desarrollo de importantes funciones fisiológicas. De ahí que la deshidratación y la consecuente pérdida de electrolitos puedan derivar en graves problemas de salud.
Causas de la deshidratación
La pérdida de agua corporal a lo largo de la jornada no es ninguna anomalía. El propio funcionamiento del cuerpo implica un descenso en la cantidad de agua que contiene nuestro organismo. La sudoración, la respiración o la excreción son ejemplos de cómo nos afectan estos procesos.
Para garantizar que el balance hídrico es siempre positivo, es decir, que reponemos el agua perdida en las actividades cotidianas, el organismo emplea mecanismos de monitorización y advertencia como la sensación de sed. Es así como de forma prácticamente mecánica equilibramos la pérdida/ingesta de líquidos.
¿Qué ocurre cuando la balanza se desequilibra? Determinadas circunstancias pueden derivar en unos niveles hídricos negativos que resultan más complicados de compensar y exigen un aporte extra de agua. Algunas de las causas más comunes de la deshidratación son:
– Diarrea: es la principal causa en la deshidratación en personas mayores y niños. Un cuadro de diarrea implica una pérdida considerable de agua en cada deposición.
– Vómitos: también la prevalencia de esta causa de deshidratación es mayor en niños y ancianos. Suele asociarse a trastornos en la alimentación/deglución y a los tratamientos farmacológicos.
– Sudoración: en situaciones de calor, humedad o actividad física intensa, el organismo regula su temperatura con la producción de sudor. Para perder calor, el cuerpo pierde agua.
– Fiebre y quemaduras: la temperatura corporal también puede aumentar en presencia de fiebre o de quemaduras solares, acelerando la pérdida de líquidos.
¿Cómo afecta la deshidratación a las personas mayores?
A mayor edad, mayor riesgo de deshidratación. Los cambios que se producen en el organismo con el paso de los años implican, de forma natural, una reducción del agua corporal de alrededor de 6 l. Junto a esta reducción de los depósitos de agua en el organismo se producen otras circunstancias que explican por qué existe un mayor riesgo de deshidratación en las personas mayores:
– Sensación de sed disminuida (con mayor riesgo en patologías como el alzheimer
– Cambios funcionales y problemas cognoscitivos (por ejemplo, trastornos de deglución)
– Función renal precaria
– Infecciones en pulmones y vejiga
– Diabetes no diagnosticada o mal controlada (provoca un aumento en la necesidad de micción)
– Tratamientos farmacológicos con efectos diuréticos o laxantes
– Alteraciones en el funcionamiento de hormonas antidiuréticas como la vasopresina
Las consecuencias de la deshidratación en personas mayores pueden ser más o menos graves dependiendo del volumen de agua perdido.
– Estreñimiento
– Infecciones bucales
– Problemas dermatológicos
– Fatiga, somnolencia y mareos
– Aumento del tiempo de reacción
– Cefaleas intensas
– Disminución de la presión arterial
– Disminución de los niveles de oxígeno
– Riesgo de aparición de úlceras por presión
– Insuficiencia renal
Signos que alertan de la deshidratación
Síntomas de la deshidratación leve o moderada:
– Sequedad en la piel y en las mucosas de nariz y boca
– Sudoración y micción reducidas (orina de color muy oscuro)
– Alteración del estado mental (vértigo, desorientación)
– Calambres musculares
– Dolores de cabeza
Síntomas de la deshidratación grave:
– Descenso de la tensión arterial
– Aumento del ritmo cardíaco
– Aumento de la frecuencia respiratoria
– Flujo sanguíneo insuficiente
– Delirios e inconsciencia
¿Qué hacer en caso de deshidratación en personas mayores?
El mejor tratamiento de la deshidratación en personas de edad avanzada es la prevención. Por eso es tan importante la labor que desempeñan a diario los cuidadores domiciliarios en la monitorización de las rutinas de las personas mayores.
En el caso de que se identifiquen uno o más síntomas propios de un desequilibrio hídrico, es importante contactar cuanto antes con un médico. La recuperación en el adulto mayor con un cuadro de deshidratación no es tan rápida como en las personas jóvenes y puede tener consecuencias mucho más graves.
Solo un especialista puede valorar los síntomas y realizar mediciones específicas para un diagnóstico certero como lo son la concentración de electrolitos en sangre o las características de la orina en del paciente. Los casos graves de deshidratación pueden incluso requerir de hospitalización aunque, con el tratamiento adecuado y un diagnóstico a tiempo, lo más probable es que se resuelvan en un plazo de 2-4 días.
Consejos para evitar la deshidratación en personas mayores
A edades avanzadas se va perdiendo el hábito necesario de beber agua. El cuidador de personas mayores no solo garantizará que el consumo diario de líquidos sea el adecuado sino que gestionará las situaciones que favorecen a la pérdida descontrolada de agua y que puede derivar en un cuadro de deshidratación.
La tarea de nuestros cuidadores a domicilio en la promoción de una correcta hidratación en personas mayores consiste en la aplicación estas pautas básicas:
– Elección de los líquidos adecuados en función de cada persona: agua sin gas, de mineralización débil, a la temperatura correcta, aderezadas con lima o limón para quienes tienen problemas para tragar…
– Adaptación de la dieta diaria para obtener líquidos a través de los alimentos: verduras y frutas frescas, zumos y caldos, gazpacho, infusiones…
– Monitorización de la ingesta de agua: recordar a la persona mayor la necesidad de beber a pesar de que no tenga sed. La ingesta debe ser gradual y reducirse al final de la tarde para evitar la interrupción del sueño durante la noche para ir a orinar.
– Supervisión de la ingesta de agua en condiciones específicas: la hidratación en personas mayores puede variar en función de su estado de salud. Enfermedades como la litiasis renal, insuficiencia cardíaca, hipertensión arterial, insuficiencia renal crónica o las dietas con restricción de sodio plantean unas necesidades hídricas diferentes.
– Planificación de los paseos y las actividades al aire libre para evitar que coincidan con las horas de más calor.
– Control de la exposición al sol y protección adecuada de la piel.
Una persona mayor deshidratada está mucho más expuesta a complicaciones de salud que la población joven. No en vano, la deshidratación es una de las diez causas más comunes de hospitalización de adultos mayores. La presencia de un cuidador en el domicilio, sus conocimientos sobre el tema y su experiencia para tomar las decisiones correctas en el momento adecuado, ayudarán a tu familiar a mantener un balance hídrico equilibrado y un estado de salud óptimo.
Si usted tiene o cree tener deshidratación, consulte rápidamente a un médico y siga sus indicaciones. Esta publicación no pretende sustituir el diagnóstico, la receta de medicamentos o tratamientos para la deshidratación de un médico.