Cuando en nuestra vida nos sobreviene la necesidad de cuidar a un familiar dependiente, el primer recurso que utilizamos es nuestra memoria. Seguramente, por la alta incidencia de la dependencia en España, intentamos recordar si algún familiar o amigo ha tenido la necesidad de contratar a un cuidador o cuidadora, sin embargo, en muchas ocasiones, o bien ya está cuidando a otra persona, o perdemos mucho tiempo y esfuerzo en contactar con nuestros conocidos para solicitartes referencias del cuidador e intentar localizarlo.
Problemas familiares a la hora de cuidar a un familiar dependiente
Cuando el paso de los años y el desgaste físico y psicológico de las personas comienzan a limitar su autonomía e independencia, se presentan numerosas dudas en el entorno familiar. ¿Quién debe hacerse cargo de los cuidados de la persona mayor? ¿En qué momento conviene solicitar la ayuda de un cuidador profesional a domicilio? ¿Son las residencias una solución recomendable para mi madre o padre mayor?
A estas dudas se suman los problemas habituales derivados de una nueva situación familiar que requiere mucho tiempo y entrega. La voluntad y el deseo de proporcionarles a nuestros familiares mayores los mejores cuidados domiciliarios no siempre resultan suficientes y también las personas a nuestro cuidado se acaban viendo afectadas por estas circunstancias, generando sentimientos contradictorios:
- Se sienten una carga familiar.
- Pierden el interés por las relaciones sociales.
- Se vuelven más introspectivas y menos comunicativas.
- Exigen un nivel de atención muy superior al que verdaderamente necesitan.
- Tratan de llamar la atención con dolencias o padecimientos que podrían no ser reales.
Lo habitual es que tarde o temprano se presenten una serie de problemas comunes en la vida del cuidador no profesional:
- Merma en las relaciones sociales y familiares.
- Sentimientos de culpabilidad, angustia, rechazo, ansiedad e irritabilidad.
- Agotamiento físico, mental y emocional.
- Bajo rendimiento en el trabajo y absentismo laboral.
- Conflictos entre familiares a la hora de repartir las funciones de cuidador.
- Renuncia a una vida propia para atender las necesidades de otra persona.
El impacto emocional de cuidar personas mayores
La ayuda a domicilio es una actividad imprescindible en la salud mental de muchas familias que tienen que cuidar a un familiar dependiente y, sin embargo, sigue siendo una actividad muy devaluada incluso en el ámbito profesional que por extensión devalúa también a la persona que la desarrolla. Sin embargo, no deja de ser un trabajo con importantes implicaciones en el ámbito de lo personal. El familiar sobre la que recae la responsabilidad del cuidado sufre un cambio radical en su vida, trasladándole muchas tareas de la vida diaria de la persona dependiente.
Cuidar a un familiar dependiente es muy duro. Cuidar a un anciano, conlleva no solo las responsabilidad de las tareas de higiene personal, alimentación o acompañamiento, sino un alto impacto emocional al ver a un ser querido con un deterioro cognitivo y/o físico cada vez mayor.
La extinción emocional es uno de los principales desafíos a los que se enfrentan los cuidadores no profesionales cuando de forma inesperada deben asumir la tarea de asistir diariamente a un familiar. Establecer una frontera entre las obligaciones, los afectos y la compasión resulta abrumador. Ningún familiar debería someterse a esta sobrecarga de emociones cuando existen alternativas de asistencia de mayores en sus domicilios como las que te facilitamos en Cuidum.
¿Cómo cuidar de nuestros familiares mayores sin caer en la frustración?
Es difícil, pero no imposible. En las primeras etapas de la vejez, cuando las limitaciones de la persona dependiente aún no son muy evidentes, la mayoría de las familias optan por hacerse cargo del cuidado de los mayores en casa. Al fin y al cabo, esta es la mejor manera de garantizar un entorno conocido y amable en el que la persona se siente cómoda y sus rutinas no sufran una transformación radical. Nos referimos a un momento en el que la persona asistida todavía puede moverse con cierta libertad, asearse e incluso prepararse su propia comida.
En el siguiente estado ya empiezan a vislumbrarse algunas limitaciones. A medida que pasa el tiempo surgen otras necesidades y exigencias cuya complejidad sólo se conoce una vez que se pasa a la acción.
- Aseo personal y alimentación.
- Control de la medicación y de los tratamientos prescritos.
- Desplazamientos dentro y fuera del domicilio.
- Acompañamiento y actividades rutinarias.
Hacer frente a estos cambios implica un nuevo planteamiento de las rutinas diarias para sobrellevar la situación de la mejor manera posible sin que esta absorba todo nuestro tiempo y energía. Con todo, cuidar de una persona mayor puede ser una tarea gratificante siempre y cuando se cumplan unos requisitos básicos:
Establecer límites en los cuidados
Que una persona mayor haya perdido parte de sus capacidades no la convierte en inútil. De hecho, es necesario fomentar la autonomía del familiar en la medida de lo posible para evitar un deterioro acelerado de sus capacidades cognitivas y físicas.
No aislarse
Es importante mantener las relaciones sociales y familiares, compartir problemas e inquietudes y encontrar un espacio propio más allá del cuidado de la persona dependiente sin sentirse culpables por ello. Lo ideal es hacer una planificación de las tareas que hay que desarrollar y distribuirlas equitativamente entre todas las personas implicadas.
Prestar más atención a nuestra salud
Uno de las máximas en la asistencia a personas mayores es la de cuidarse para cuidar. No descuides tu salud, tu aspecto, tu necesidad de descanso y de tiempo libre. Si tú no te sientes con energía para sobrellevar la situación, tampoco podrás garantizar el bienestar de la persona a tu cargo.
Ser comunicativos
Tanto con el adulto mayor como con el entorno. La comunicación es una herramienta fundamental no sólo para entender las demandas y exigencias de la persona que tenemos a nuestro cuidado sino para dar a conocer nuestras necesidades, opiniones y sentimientos.
Mantenerse bien informados
Por un lado nos referimos a aspectos cotidianos como manejar caídas o accidentes comunes, tener controlada la medicación o proporcionar una alimentación adecuada. Por otro, a cuestiones prácticas como el acceso a las ayudas a la dependencia de cada comunidad autónoma o al cobro de alguna prestación económica por encargarse del cuidado de un familiar en estas circunstancias.
El valor humano de cuidar a personas dependientes
No existen formas de adornar el trabajo de un cuidador o cuidadora. Son héroes y heroínas en sus casas que se ven afectados tanto físicamente a raíz de los esfuerzos como mentalmente por el desgaste emocional del familiar. Aun así sacan fortalezas de donde no las hay, y siguen adelante.
[bctt tweet=»Son héroes y heroínas en sus casas que se ven afectados tanto físicamente a raíz de los esfuerzos como mentalmente por el desgaste emocional del familiar.»]
Asumir el compromiso de hacerse cargo de una persona mayor y/o dependiente es mucho más que una cuestión de dinero. El denominado ‘Síndrome del cuidador quemado’, una persona agotada física y mentalmente, con un exceso de responsabilidades y cierta carga de culpabilidad no se soluciona con una aportación económica. Es necesario reconocer públicamente el trabajo que realizan miles de personas que asisten a sus familiares sin más conocimientos y experiencia que los de su propia voluntad de hacer el bien.
¡Mucho ánimo a todas las cuidadoras y cuidadores! Hacéis un trabajo extraordinario y esperamos ayudaros a poner en valor la gran función que hacéis día a día.
2 comentarios
Los cuidadores para mayores son verdaderos heroes