Por mucho que gastemos toneladas de euros en cosméticos antienvejecimiento, evitemos la sonrisa a fin de dar esquinazo a los surcos de expresión o nos encomendemos a los dioses más certeros del Olimpo, las arrugas acabarán apareciendo con la llegada de la vejez. Es algo que va a suceder, así que de nada va a servir convencerse de lo contrario, de que el paso del tiempo puede hacer una excepción con nosotros.
A lo largo de las primeras etapas de la vida, si no media algún inconveniente médico, lucimos una piel de aspecto agradable, con características como la suavidad, la lisura o el tono parejo y libre de manchas. Aunque el punto de partida y los primeros años se traducen en una dermis provista del colágeno suficiente para proporcionar tersura y de glicosaminoglicanos que apuntalan la hidratación, el asunto comienza a cambiar, a debilitarse a medida que avanza el calendario.
A partir de la veintena la piel va sufriendo el decaimiento de su buen estado. Los primeros síntomas se traducen en consecuencias poco deseables, como por ejemplo el descenso en los índices de producción de colágeno. Se trata de un problema que trae consigo la pérdida de flexibilidad en la piel y su facultad para regenerarse, algo que provoca una variación poco deseada hasta las primeras señales de envejecimiento.
Del mismo modo, surgen otros inconvenientes que aceleran el proceso. Es el caso del descenso de actividad que padecen las glándulas sebáceas, encargadas de segregar una sustancia oleosa que sirve para mantener la piel suave. Si a esto le sumamos el inapelable peso de la gravedad, la formación de arrugas en la vez es una situación asegurada.
A pesar de que todas estas causas están por encima de nuestra voluntad, también es cierto que la responsabilidad en este caso es algo que no podemos obviar. Y es que la exposición excesiva al sol origina un deterioro en la piel que favorece la constitución de una dermis más arrugada y deteriorada. La mala costumbre alimenticia y demás hábitos de vida contraproducente hacen el resto en esa misma dirección. Es por eso que evitar este tipo de situaciones nos ayuda a mantener una mejor piel cuando somos jóvenes. La prevención juega un papel importante en este sentido, ya que servirá para hacer que nuestras arrugas en la vejez luzcan de una manera más suavizada, teniendo en cuenta además que técnicas como el lifting o la inclusión de bótox giran de igual modo en esa órbita.
Finalmente, aunque la arruga en la vejez es inevitable y acabará llegando, la dermatología aconseja el uso de cremas específicas en torno a los veinticinco años, así como una vida saludable, con el objetivo de conseguir durante el mayor tiempo posible un estado óptimo de tersura en la piel.
Un comentario
Es tan hermoso ver un ser humano con su sabiduría de vida y lucha en esta vida . Ver sus arrugas en su cuerpo me parece la verdadera belleza del ser humano.