La crisis sanitaria de los últimos meses ha intensificado algunos de los problemas más preocupantes en relación con la tercera edad: el abandono y la discriminación de las personas mayores. Ahora que poco a poco vamos recuperando la normalidad es un buen momento para replantearse los cambios que demanda el sector del cuidado de ancianos y garantizar que el bienestar de las personas más vulnerables sigue siendo un objetivo prioritario de nuestra sociedad.
Discapacidad, dependencia y soledad no deseada
Apenas unos días después de que se decretara el estado de alarma el pasado 14 de marzo, varias organizaciones en defensa de los derechos de las personas mayores manifestaron su preocupación ante la situación que se estaba desencadenando. A la incertidumbre, las noticias poco alentadoras y el temor al contagio, se sumaba la escasez de recursos y soluciones con los que hacer frente a un escenario nuevo.
Desde el comienzo del confinamiento se puso de manifiesto que la obligación de aislarnos en casa no iba a afectar del mismo modo a todos los grupos de población. Las personas dependientes, discapacitadas, los ancianos y los pacientes de edad avanzada con enfermedades crónicas han sido los más afectados por esta enfermedad sin necesidad de padecerla.
Otra pandemia, más prolongada en el tiempo y también más silenciosa, lleva años ensañándose con las personas más vulnerables. Y hablamos de la enfermedad del abandono, del olvido y la discriminación a quienes por su avanzada edad se han ido quedando al margen de la sociedad. Un aislamiento impuesto y no deseado cuyas consecuencias han sido más notables a raíz del confinamiento.
El edadismo y las consecuencias negativas de la pandemia
También la ONU se ha pronunciado ante las trágicas cifras que nos ha dejado esta crisis sanitaria mundial. Es de destacar que un alto porcentaje de los fallecidos han sido personas mayores que vivían solas en su domicilio o en residencias de ancianos que no han sabido gestionar del modo adecuado la magnitud de la pandemia.
La ONU ya hacía hincapié en que ninguno de los países desarrollados ha estado a la altura en la protección y el cuidado de las personas mayores durante este período. Los ancianos han recibido un trato desigual durante la pandemia y esos desequilibrios se han sumado a los problemas de vulnerabilidad ya existentes en este grupo poblacional:
- La soledad
- El olvido
- El desinterés
- La marginación
- La desensibilización
- El abuso y el maltrato
- La pérdida de recursos económicos
- El desgaste físico y mental
- La falta de asistencia
- La incomunicación
La asistencia domiciliaria: Una perspectiva diferente desde la pandemia
Más allá de las malas noticias y de los aspectos más trágicos de la crisis sanitaria, en Cuidum nos hemos esforzado por aprender de esta situación. Las conclusiones más positivas de la pandemia apuntan hacia un claro avance en las alternativas asistenciales a domicilio, protagonistas indiscutibles ahora y siempre.
Y es que el confinamiento de quienes han contado con el apoyo de una cuidadora no se puede comparar al de quienes han vivido este período en soledad o aislados en una residencia de ancianos. La figura del cuidador o cuidadora a domicilio representa la compañía, la asistencia profesional y el apoyo emocional que necesitan las personas mayores y dependientes para vivir con garantías de bienestar y calidad durante la etapa de la vejez.
Soluciones al problema del abandono de mayores tras la pandemia
Las soluciones siempre han estado presentes, pero no las iniciativas. La pandemia ha sacado a relucir la triste realidad que rodea al abandono de ancianos, a su soledad y a las consecuencias del edadismo. Sin embargo, también nos ha puesto en el camino de tomar medidas urgentes y necesarias para contrarrestar esta problemática:
- Una mayor visibilidad de las personas mayores y sus necesidades particulares.
- El envejecimiento activo y la puesta en marcha de programas de integración del adulto mayor en las actividades que se desarrollan en su entorno.
- La promoción de otras alternativas asistenciales más allá de las residencias de ancianos como lo son los cuidados domiciliarios.
- La mejora en la calidad de los servicios de asistencia a mayores en el hogar.
- La concienciación ciudadana acerca del valor y la importancia de las personas mayores en el desarrollo social y cultural de una comunidad.
- La corrección de un lenguaje edadista y la erradicación de ideas preconcebidas sobre la vejez.
No debemos caer en el error. La pandemia no ha sido el desencadenante del abandono y la discriminación de los mayores. Estas circunstancias ya eran una realidad anterior a la crisis sanitaria y esta no ha hecho sino agravar un problema existente. Con la nueva normalidad se abren nuevos retos y nuevas perspectivas desde las que abordar el cuidado de ancianos a domicilio, el papel de las empleadas internas y la gestión de las residencias de mayores. Pero también para concienciar al conjunto de la sociedad de que cuidar de las personas mayores y asegurarles un envejecimiento digno es responsabilidad de toda una sociedad.