Ahora que ya han pasado las primeras etapas del proceso, que vosotros como familia habéis elegido a la cuidadora o cuidador y que esta está encantado con vosotros, llega uno de los momentos más importantes de este proceso. Se trata de forjar el vínculo entre esa persona que necesita cuidados y el profesional que, sin lugar a dudas, terminará siendo uno más de la familia.
El colofón de un largo camino
Si se han seguido adecuadamente los pasos anteriores, seguro que habéis conocido a esa persona que encaja con vosotros a las mil maravillas. Además, ella ha sentido que valoráis su trabajo y que deseáis tenerla en casa, por lo que solo falta un pequeño detalle: forjar una relación entre cuidadora y la persona mayor.
Si os fijáis un poco, el detalle no es tan pequeño, y es que ambas personas van a pasar muchas horas juntas, van a compartir confidencias, van a tener días buenos y otros no tanto y, en resumen, van a vivir meses e incluso años conviviendo de una forma muy intensa.
Es normal que existan miedos al respecto, lo mismo que era bastante entendible que en las anteriores fases del proceso también los hubiese. Eso sí, tenéis que saber que habéis recorrido el camino parando en cada momento justo, por lo que todo debería salir a pedir de boca.
La experiencia nos lleva a ser optimistas.
En Cuidum llevamos muchos años apostando por un cuidado tan profesional como humano. En estos años hemos podido ver de todo, y la verdad es que la inmensa mayoría de casos nos arrancan una sonrisa desde el primer momento.
Hemos visto personas con Alzheimer prolongar la aparición o el desarrollo de sus síntomas gracias a los atentos cuidados del profesional que se hacía cargo del trabajo. También hemos podido disfrutar de la mejoría de ancianos en situación de soledad que forjaban un vínculo de sincera amistad con el cuidador teniendo en este un nuevo amigo más que un profesional.
Con los cuidadores sucede lo mismo, y es que después de horas y horas de cuidados y de esfuerzos, el vínculo que se crea puede llegar a ser tan fuerte que resulta casi irrompible. Felicidad, seguridad, buenas sensaciones y alegría, todo esto es lo que esperamos que encontréis con la persona que irá a casa a echaros una mano.
Beneficios que saltan a simple vista
Sin duda alguna, que el vínculo que se cree sea lo más estrecho posible es algo que solo puede tener beneficios. Por ejemplo, la persona mayor, esa que al final es la que tiene que sentirse mejor con toda la situación, dejará de notar la soledad y la tristeza y encontrará un nuevo motivo por el que estar feliz: la visita de ese cuidador que se ha convertido en amigo.
Vosotros como familia podréis estar más tranquilos, ya que sabréis que vuestro ser querido está en las mejores manos y, además, ha encontrado alguien con quien compartir sus preocupaciones e intereses.
En definitiva, la calidez de una relación personal es la que da forma a un vínculo tan intenso que casi siempre termina en una amistad que será recordada durante mucho tiempo.