Los cuidadores que han entrado a nuestro hogar, llevan a cabo una labor muy importante en nuestra sociedad; quien al principio no era más que una persona desconocida, que venía a apoyarnos en el cuidado de nuestros seres queridos, se han convertido ya en parte de la familia. Un vínculo muy fuerte que provoca en nosotros un cariño especial, y respeto por quienes dedican día a día un cuidado cercano y humano a quienes amamos.
¿Cómo lo vemos nosotros?
Cada sonrisa de nuestro padre, madre u otro allegado que necesite de cuidados, cada gesto de mejoría en su estado o el simple hecho de verlos más felices y de mejor ánimo que ayer, es sin duda alguna, un motivo para sentirnos agradecidos con el labor que realizan los cuidadores.
Si todo ello se ha conseguido gracias a ese profesional en quien confiamos y llevamos a casa, es imposible que no se forje un gran aprecio hacia esa persona. Por su trabajo, compartirá con nosotros buenos y malos momentos, celebraciones, preocupaciones y en definitiva; todo eso que hace que el día a día de una persona sea único. En nuestro interior sabemos que hemos acertado con la mejor opción y nos hace recordar los primeros pasos, aquellos en los que conocimos al cuidador, lo evaluamos y confiamos, y es quien nos ha ayudado a sentirnos más seguros y tranquilos con respecto al bienestar de los nuestros.
Sin duda, la satisfacción de haber tomado la decisión correcta está por encima de todo. Lo dejamos formar parte como nuevo miembro de la familia y no nos ha defraudado en ningún momento.
¿Cómo lo ven las personas mayores?
Levantarse todos los días y saber que hay alguien dedicado en exclusiva a velar por nuestros seres queridos, es algo que levantará el ánimo, haciéndole sentir protegido y lo más importante, acompañado.
En cuanto la persona mayor rompa las comprensibles resistencias hacia su cuidador, la relación cogerá una fuerza que pocos pueden imaginarse. El hecho de compartir horas juntos, los paseos y las conversaciones darán lugar a una amistad fuerte y duradera basada en la comprensión y el afecto mutuo.
Si al principio se buscaba una persona que atendiese las necesidades al mayor, lo que se obtendrá al final es un compañero que brindará su amistad y cariño a ese anciano que ganará en calidad de vida y en ganas de regalar al mundo algunos de sus mejores momentos. De igual manera, este vínculo de amistad no es más que producto de una amplia experiencia y excelente aptitud de los cuidadores. Y es así, como en Cuidum nos encargamos de seleccionar a un personal cualificado para ofrecer una mejor calidad de la persona dependiente.
El valor del cuidador
Los beneficios no se quedan solamente en nuestra satisfacción y en el bienestar de esa persona mayor que necesita que la cuiden. Pese a que son los aspectos fundamentales de esta situación, el cuidador también logra llevarse consigo algo importante para su vida. La labor que realizan los cuidadores no deja de ser una experiencia muy satisfactoria para ellos mismos, un trabajo que supone un cuidado especial para quien se ha ganado su comprensión y cariño.
Si nosotros permitimos que el cuidador se convierta en una persona más de la familia, los aseguro que ellos también nos verán así, una buena prueba de que todo ha ido de la mejor forma y que diste el paso adecuado en su momento. Sumar uno más a nuestra familia con un cuidador, se convierte en una situación de beneficio para todos, mejorando la calidad humana de todos los integrantes de la familia y forjando una relación de amistad inquebrantable en el tiempo.
Te invito a que compartas tu historia, ¿Has logrado alcanzar ese vínculo afectivo del que hemos hablado en nuestro blog?